Cierre de La Cafetera marca el fin de una era en la calle El Conde

Tras 92 años de servicio ininterrumpido, La Cafetera, el icónico café ubicado en la calle El Conde de la Zona Colonial, ha cerrado sus puertas por primera vez. El motivo de su cierre sigue siendo un misterio, pero la clausura de este espacio histórico ha generado gran consternación entre artistas, escritores y amantes de la cultura, quienes frecuentaban el lugar y lo consideraban un segundo hogar.

Inaugurada en 1932 por el inmigrante español Benito Paliza, La Cafetera no solo fue un lugar donde disfrutar de una taza de café, sino también un punto de encuentro para personalidades políticas, artísticas y literarias, tanto nacionales como internacionales. Hace dos años, el Ministerio de Cultura la reconoció como «Espacio Cultural de Las Letras», lo que consolidó su rol como sede de tertulias artísticas y literarias. Su impacto en la vida cultural de la República Dominicana es innegable, al ser testigo de innumerables conversaciones y momentos históricos.

La Cafetera, inspirada en la tradición europea de los cafés como lugares de encuentro intelectual, se convirtió rápidamente en un refugio para los exiliados españoles que llegaron al país durante la Guerra Civil Española y la dictadura de Franco. Estos refugiados, junto con artistas y escritores locales, enriquecieron la atmósfera del lugar, creando un espacio único donde la cultura floreció durante décadas.

Además de su icónica oferta de bebidas, La Cafetera albergaba un pequeño espacio bibliotecario y otros recursos culturales que lo diferenciaban de otros establecimientos.

El historiador y escritor Yi-Yon Robles ha sido una de las voces más firmes en la defensa de este espacio, destacando su relevancia como símbolo del patrimonio cultural dominicano. Robles, junto con otros artistas y defensores del patrimonio, ha pedido la intervención de las autoridades gubernamentales para preservar este lugar, con la esperanza de evitar su desaparición definitiva.

El cierre de La Cafetera no solo representa la pérdida de un negocio, sino también de un punto de encuentro cultural que marcó a varias generaciones. Con la incertidumbre que rodea su futuro, el legado de este espacio histórico sigue vivo en la memoria de quienes lo frecuentaron, mientras se espera que algún esfuerzo conjunto logre salvar uno de los tesoros más queridos de la Zona Colonial.

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