La madrugada de este miércoles marcó un antes y un después para la música dominicana. Entre los escombros de la discoteca Jet Set fue hallado sin vida el cuerpo de Rubby Pérez, la voz más alta del merengue.
El artista, de 69 años, ofrecía una presentación en vivo cuando, la noche anterior, el techo del icónico establecimiento colapsó, provocando una de las tragedias más dolorosas en la historia del entretenimiento nacional.
Durante horas, familiares, fanáticos y colegas mantuvieron la esperanza de encontrarlo con vida.
Pero el destino no fue benévolo con quien, en vida, fue una de las figuras más representativas del merengue.
Rubby Pérez, el niño que soñaba con ser pelotero, fue convertido por la vida en leyenda musical luego de un accidente que, a los 15 años, lo dejó hospitalizado casi un año.
Allí, una guitarra se convirtió en su nuevo bate… y con ella empezó a escribir su historia.
Desde Los Pitágoras del Ritmo en 1977 hasta su consagración con Fernando Villalona, Rubby fue forjando una carrera que se hizo inmensa.
Debutó con el “Mayimbe” tras interpretar en vivo "Marisela" y "La tuerca", y grabó su primer merengue, “Pato robao”.
Con Wilfrido Vargas llegó el salto internacional: “El africano”, “Volveré”, “El hombre divertido”, y una disciplina que lo marcó de por vida.
“Era una universidad”, diría Rubby. “Con Wilfrido no había excusas… solo resultados.”
En 1986 lanzó su primer álbum como solista, Buscando tus besos, iniciando una etapa gloriosa con éxitos como “Dame veneno”, “Contigo” y “Saca la mano Antonio”.
Más de veinte nominaciones a Premios Soberano respaldaron su trayectoria.
Y en 2006, finalmente, recibió dos estatuillas por Perro ajeno y como Orquesta del año.
Rubby sobrevivió a un accidente, a la industria, al paso del tiempo. Y hoy, su legado sobrevive con más fuerza que nunca.
Nos queda su voz, su ejemplo, su historia. Porque el merengue, a partir de hoy… suena un poco más triste.