Rafaelito Román, ícono del merengue típico dominicano, recibió este domingo 8 de diciembre un emotivo y sentido homenaje póstumo. Cientos de personas, entre familiares, amigos, colegas y seguidores, se congregaron en el Cementerio Cristo Vivo, en el sector El Ingenio de Santiago Oeste, para despedir al maestro acordeonista. Su partida, tras un paro cardíaco derivado de complicaciones de salud, deja un vacío en el corazón cultural de la República Dominicana.
A ritmo de La cruz de oro, una de sus piezas más emblemáticas, el cortejo fúnebre avanzó en medio de lágrimas y aplausos. La despedida se convirtió en una celebración de la vida y legado de un hombre cuya música trascendió generaciones. Entre los asistentes, un joven se destacó al tocar la güira en su honor, un gesto que sintetizó el impacto de la obra de Román en la identidad musical del país.
"Rafaelito fue un gran maestro, un hombre que no solo aprendió mucho, sino que supo enseñar. Fue una guía invaluable para las nuevas generaciones", destacó el comunicador Nelson Javier, conocido como El Cocodrilo, quien expresó el sentir de una nación enlutada.
La ceremonia reunió a figuras emblemáticas de la música típica, como Krency García, El Prodigio, quien describió a Román como un “maestro de maestros”. “
Nos invade un gran dolor por esta pérdida irreparable. La música típica está de luto porque hemos perdido a un gran músico, un acordeonista virtuoso, un pilar de nuestra tradición cultural”, señaló.
Nacido en Puerto Plata en 1953, Rafaelito Román se convirtió en un símbolo del merengue típico gracias a su virtuosismo con el acordeón y su capacidad de conectar con el alma del pueblo dominicano.
Su carrera, que abarcó más de cinco décadas, estuvo marcada por la innovación y la dedicación. Composiciones como Moreno Tejada y La innovación del 16 consolidaron su lugar en la historia de la música.
El funeral fue más que un adiós; fue un tributo a un legado que seguirá vivo. La música de Román, llena de alegría y tradición, resonará en los corazones de los dominicanos y en las nuevas generaciones de artistas que él mismo inspiró.
Su partida deja un vacío difícil de llenar, pero su obra y su ejemplo serán, como él mismo, eternos.