Por Rosa Escoto
El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, no es solo una fecha para recordar cifras alarmantes o tragedias que sacuden nuestra sociedad. Es un llamado urgente a la acción, y hoy, ese llamado está dirigido a ustedes, hombres: padres, hermanos, hijos, compañeros y amigos.
La violencia contra las mujeres no es un problema exclusivo de ellas; es una herida en la humanidad que exige el compromiso activo de todos, especialmente de quienes tienen el poder de cambiar actitudes, desmontar estereotipos y construir relaciones basadas en el respeto.
La fuerza del respeto
El respeto hacia las mujeres no se trata de cortesía superficial ni de “favores”. Respetar significa reconocer la igualdad inherente de derechos, valor y dignidad. Es escuchar sin imponer. Es compartir decisiones sin dominar. Es garantizar espacios seguros donde puedan ser ellas mismas sin miedo.
El respeto no solo beneficia a las mujeres; también transforma a los hombres. Los convierte en líderes de cambio, en ejemplos para sus hijos, en pilares de relaciones saludables y en agentes activos de una sociedad más justa.
Rompan el silencio, cuestionen el machismo
El silencio perpetúa la violencia. Cada vez que se justifica una agresión con frases como “es su carácter” o “así son los hombres”, el ciclo de abuso se fortalece. Ser respetuoso implica alzar la voz contra el machismo en todas sus formas: en los chistes, en los comentarios, en los actos.
El respeto verdadero también exige introspección. ¿Qué prejuicios arrastran? ¿Qué ideas tóxicas sobre lo que “debe ser un hombre” los llevan a controlar, minimizar o desvalorizar a las mujeres? Este es el momento de deconstruir esas creencias y abrirse a nuevas formas de pensar y actuar.
Eduquen con el ejemplo
Cada acción cuenta. Los niños no aprenden del discurso, sino de los actos. Un hombre que respeta a las mujeres, que comparte las responsabilidades del hogar, que celebra los logros de su pareja o hermana sin competir, enseña a las próximas generaciones que el respeto no es una opción, es un deber.
Por eso, hombres, hoy, les invito a ser parte de la solución. Que su mayor virtud sea el respeto. Que el amor no sea excusa para controlar, que la fuerza no sea usada para imponer, que las palabras sean puente y no arma. Porque una sociedad que respeta a sus mujeres, se respeta a sí misma.
La violencia contra las mujeres es una tragedia global, pero juntos podemos transformarla en un futuro de esperanza. El cambio comienza ahora, y comienza con ustedes.
Hombres, demuestren que el respeto puede ser el mayor legado que dejen.
En memoria de todas las mujeres víctimas de la violencia y en honor a quienes luchan cada día por un mundo más justo y digno.