Entre las montañas y el mar de este tranquilo pueblo de la costa noreste de la República Dominicana, se levanta una figura venerada por generaciones: Señorita Elupina Cordero, a quien la comunidad venera como una santa.
El pueblo de Hato mayor se ilusiona con la posibilidad de que el Vaticano la nombre oficialmente como santa; sin embargo, se desconoce a ciencia cierta si el caso está siendo estudiado en la Santa Sede.
Hoy en día, su sepulcro es lugar de peregrinación para los fieles, quienes aseguran que sus milagros continúan ocurriendo. Su influencia no se detiene allí: el pueblo ha honrado su memoria de múltiples formas. Existen una capilla y un hospital que llevan su nombre, y su vida está recogida en un museo que exhibe sus objetos personales, como su rosario y otros recuerdos de su vida de servicio.
Su historia de devoción, sacrificio y servicio a los enfermos la ha colocado en la lista de personajes mesiánicos del país, junto a figuras espirituales de gran impacto en la fe popular dominicana.
Nacida el 1 de diciembre de 1892, la vida de la Señorita Elupina Cordero fue marcada desde su infancia por el dolor y la adversidad.
Quedó huérfana a los siete años y perdió la vista antes de cumplir los doce. Sin embargo, según sus devotos, fue precisamente esa ceguera física la que abrió sus ojos espirituales. A partir de ese momento, su vida cambió, dedicándose por completo a la fe y al servicio de los demás.
Cuenta la leyenda que, Elupina pasó gran parte de su vida atendiendo a los enfermos y necesitados de Sabana de la Mar encerrada en una pequeña habitación de 2,5 por 2 metros.
Sin médicos ni sacerdotes cercanos, se dice que suplió ambas funciones en el pueblo, realizando curaciones que muchos consideraban milagrosas. Durante largas horas de oración, Elupina, según los testimonios de quienes la conocieron, sintió la misión de ser un vehículo de Dios, predicando su evangelio y curando no solo las dolencias físicas, sino también las espirituales.
A lo largo de su vida, Elupina recibió a personas de toda la región que venían en busca de curación o consuelo espiritual. Su fama se extendió, y hasta el mismo presidente de la época, Rafael Trujillo, visitó Sabana de la Mar para conocer a la mujer a la que muchos ya llamaban santa.
Elupina falleció el 4 de junio de 1939, dejando un legado de devoción que sigue vivo en Sabana de la Mar.